Cupido y Centauro en el museo del amor
Mientras voy terminando un tochito sobre el "Agujero Negro" de Charles Burns y para que no se me aburran, les dejo en manos del fotógrafo Joel-Peter Witkin y sus hipnóticas instántaneas de freaks, restos humanos y cadáveres en la venerable y muy española tradición del bodegón de miedo, las calaveras, el tenebrismo, los enanos, jorobados y tullidos que tanto les ponían a Velázquez o Goya. Elementos todos ellos ideales para alcanzar el estado espiritual idóneo en estas fechas, la época de la parafernalia de mal rollo por excelencia, la Semana Santa (les enlazo un par de galerias, pero googleando un poquito tendrán acceso a casi toda su obra. Si tienen ganas, claro).
El beso
Aunque a veces no pueda evitar pensar que Witkin no es más que un gringo rico que se forra explotando el morbo al retratar cadáveres de mexicanos pobres (como ese impresionante "Hombre de Cristal", retrato de un vagabundo recién salido de la mesa de autopsias que porta consigo toda la majestad doliente de un Jesucristo recién bajado de la cruz) me podría tirar horas contemplado estas evocadoras fotografías que parecen haber sido encontradas en un vetusto y oculto desván parisino, enterradas en prohibidos volúmenes de saberes arcanos. O quizá ocultas en gabinetes clausurados de un dieciochesco Museo de Ciencias Naturales, junto a ejemplares embalsamados de animales fantásticos y fetos de monstruos marinos sumergidos en formol. Instantáneas ajadas y amarillentas donde aparecen modelos deformes en escenarios decadentes, barrocos y teatrales, ataviados con una orgullosa dignidad mitológica. Seres que asoman con una belleza diferente, como la aristocracia de un mundo secreto, subterráneo e invisible. Y contemplándolos atisbamos nuestra propia imagen entrevista al otro lado del espejo, asombrados ante la pura esencia de lo extraño, lo extraordinario y hermoso.
El hombre de cristal
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