18 marzo 2005

Crónicas punkarras



Supongo que a estas alturas del partido internáutico quien más quien menos ya compra gran parte de lo necesario para su alimento espiritual por internete. Y quien esté acostumbrado a visitar los colmados de libros virtuales reconocerá sin duda esa sensación de verse arrastrado por el ciego consumismo gracias a lo fácil que es ir cliqueando como un descosido, que parece que todo te lo llevas gratis. Sumido en esa vorágine, enfebrecido por los cálculos mentales, conversiones de moneda, retorcidas combinaciones de gastos de envío e intentando recordar como se titulaba esa novela tandeputamadre que recomendaban en aquel foro, quizá alguna vez habrán adquirido algún libro que, al llegar el ansiado paquete a casa, no recordarán haber pedido: "y esto, ¿qué cojones es?".

Esto mismo me ocurrió con "Punktown" recopilación de relatos de Jeffrey Thomas. Repasando la ficha del libro en Amazon lo vi claro: había roto una de mis reglas sagradas cuando compro allí; ni puto caso a los comentarios. Y menos aún a las estrellitas, por motivos obviamente comerciales hay pocos libros que bajen de las cuatro estrellas. Aunque quizá piqué porque lo vendían como algo requetemoderno avant garde de la muerte. O porque ponía punk en el título, yo que sé. El caso es que, como he metido la pata en peores charcos (no será la primera vez que me he llevado a casa libros que había cogido para echarles un vistazo y luego no me había dado cuenta de que los pasaba también por caja) pues no me lo tomé a mal, total, diez euros más o menos en una compra de X (dato que oculto por pudor) no se iban a notar. Y si había suerte hasta el libro era un descubrimiento y podría irme tirando el pisto de connossieur por ahí.

En lo primero que caes al leer la contraportada es que, al estar editado por la prestigiosa editorial independiente Ministry of Whimsy (también responsables de un reciente premio Dick, la interesante "Troika" de Stepan Chapman) dedicada a explorar (según ellos) oscuros terrenos nunca hollados antes en la literatura fantástica postmoderna, crisol de géneros y vanguardia experimental, te clavan dos mil pelas por apenas ciento veinte páginas de nada (para que luego os quejéis de las editoriales españolas). Eso sí, se incluye una agradecida biografía del maquetador, un par de páginas de promoción de la casa, un comentario sobre la tipografía utilizada y un artículo del portadista sobre cómo se curró la cubierta, por si quieres intentarlo en casa. Pero no nos desanimemos y vayamos al grano de una vez.

Los relatos de "Punktown" están ambientados en la ciudad de Paxton (cariñosamente apodada Punktown por sus habitantes) del lejano planeta Oasis, donde conviven cienes y cienes de razas alienígenas en un ambiente de caos urbano que vendría a ser un fresco surrealista a medio camino entre "Blade Runner", la arquitectura orgánica, la nueva carne vista por Giger y la imagineria de El Bosco. Punktown es el patio de juegos de Thomas, lugar donde ha ambientado gran parte de su producción literaria y donde rondan bizarros personajes en un ambiente alucinado, extravagante, aterrador.

Pero una vez puestos a leer, bajo toda esta parafernalia bombástico-publicitaria, nos encontramos con unos relatos de estructura sencilla, muy inspirados en Bradbury. Cuentos de ciencia ficción ultrasoft con pinceladas de terror, melancólicos y sensibles (en una entrevista Thomas declaraba que lloraba con las películas de Disney, uf.) en la tradición humanística que tantos triunfos ha dado en la cf. Es decir, la de extrapolar situaciones y conflictos del mundo contemporáneo del autor a escenarios extraños, llevando dichos conflictos al extremo con el objeto de examinar esas situaciones bajo una luz nueva, y, quizá, reveladora. Pero no esperen aquí las brillantes ejercicios de un Egan o las ideas de un Chiang, por ejemplo, en los que se exprime una situación firmemente enraizada en un concepto científico o filosófico estirándola más allá de la metafísica dura poniéndote el cerebro del revés. No, Thomas va más en una línea bradburiana floja de estética cibergótica, sus extrapolaciones son situaciones y conflictos habituales de nuestra caótica vida moderna apenas disimuladas y fácilmente reconocibles. Historias cotidianas de personajes desamparados y solitarios enfrentados a reveses de la vida. Incluso varios de sus relatos podrían haber funcionado perfectamente sin los ropajes de ciencia ficción.

Así, en "Face" un padre se enfrenta a la enfermedad terminal de su hijo deslizándose por los pasillos brillantes de la desesperación en un centro comercial. En "Wakizashi" se analiza la relatividad cultural cuando un embajador alienígena asesina otros seres vivos para cumplir con unos ritos religiosos imprescindibles para su supervivencia (la del embajador). En "Immolation" se examina un mundo laboral en el que los clones son creados con el objeto de servir como baratas y eficaces manos de obra cual trabajadoresl inmigrantes ideales (eso sí, los sindicatos que aparecen son igualitos, igualitos a los de USA. Y eso que estamos en un futuro lejanísimo de un planeta extraño). Y en la estupenda "The Reflections of Ghosts", donde un artista utiliza clones de si mismo como piezas artísticas, se profundiza en la relación y responsabilidad del artista con sus obras de arte, solucionado con una ingeniosa pirueta sobre como suicidarse y seguir viviendo, dejándose de paso el marrón emocional a uno mismo.

Correctamente escritos pero ligeramente insulsos, son relatos que ni de lejos dan todo lo que prometen (a excepción de "The Reflection of Ghosts"), cayendo incluso en la reflexión excesivamente superficial como ocurre en "Precious Metal", una esquelética puesta en escena robótica del "hoy por ti, mañana por mí" o "The Palace of Nothingness" revisitación de el clásico tema de la casa encantada. Y aunque se esfuerza, no llega al aliento poético y el vuelo imaginativo de un Bradbury. Pero si continúa en la línea marcada por "The Reflections of Ghosts", quizá en poco tiempo podamos hablar de un autor a tener en cuenta.

2 comentarios:

Andrés dijo...

Eso le pasará por intentar emular a uno de los grandes...

Dioses, qué pereza tengo hoy encima... Por cierto, ¿Para cuando un post sobre "lo mejor del cyberpunk"?
Aprovecha el hecho de que eres una de las pocas personas que conozco que han leído mucho del género y que pueden recomendar libros de Sterling, Rudy Rucker, etc. y nos haces un favor a los neófitos, así podemos leer libros buenos y luego si apetece... leer la paja. :) Más que nada porque perdí los mensajes estos que nos enviamos en cyberdark, y hay autores que me recomendaste que no apunté...

fonz dijo...

Si, la verdad es que debería seleccionar mejor los libros que reseño en vez de meter tanta morralla..., en fin.

Lo del cyberpunk es una buena idea, además así tendría relleno para días y días. Lo malo es que no me he leído todo. Bueno, no es que haya que leerse absolutamente todo, pero tengo lagunillas como Effinger, Jeter, Laidlaw, Shiner... y la mayoría de lo que escriben últimamente los pesos pesados Rucker, Shirley, incluso no he leído todavía el último de Gibson(uno no da abasto). Pero seguramente lo haga, por autor o libro, o algo así, así por fin escribiré de un tema que controlo un poco...

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