13 junio 2005

Lecturas saloneras (I)


Mi primer Saló.

Pues sí, ando como ustedes, rodeado de tebeos por todas partes, leyéndolos a toda velocidad para reseñarlos en el blog antes que nadie (sonrisilla malévola). Ya se sabe, todo sale en el Saló de Barcelona, una más de las absurdas tradiciones que hemos de soportar los aficionados a esto de los tebeos. ¿Se imaginan ustedes que en un fin de semana salieran trescientas novedades de música pop o estrenos cinematográficos o libros o...?. Así que las editoriales, sabiendo que somos cada vez menos, cada vez más viejos y con más dinero para gastar, hacen su agosto en pleno junio abarrotando el mercado en una política que para cualquier otro producto sería ridícula y hasta suicida. Pero en el mundo del tebeo la falta de lógica y de sentido común si me apuran, es el pan nuestro de cada día.

Y con esa vocación de servicio que dios me ha dado aquí estoy en la Estación, adquiriendo los tebeos más caros, lujosos y gafapastas, gastándome el dinero que no tengo para que ustedes sepan a qué atenerse a la hora de derrochar el suyo. Con lo que matamos dos pájaros de un tiro; con estos someros resúmenes podrán tirarse el pisto por ahí simulando que han leído unos tebeos a los que, de otra manera ni se habrían acercado y de paso se ahorran ustedes una pasta para comprarse las novedades Planeta-DC, que es lo que realmente les pone, so frikis. Pero en mi inmensa generosidad les doy permiso, el copyleft también está para estas cosas




La diosa sumergida de Miguel Calatayud. Dibbuks.

Miguel Calatayud es uno de los más desconocidos e influyentes autores de la historieta moderna española. Maestro indiscutible e influencia fundamental de la escuela valenciana y la línea clara ochentera por extensión (Daniel Torres, Mique Beltran, Sento...), hace tiempo que dejó la historieta para transitar por los más fructíferos campos de la ilustración, salvo alguna incursión parcial y puntual ("El pie frito") en el tebeo.

Y ahora Dibbuks nos obsequia con la reedición de "La diosa sumergida", su obra más famosa e inencontrable, serializada en la efímera revista de historietas "Rumbo Sur". Un clásico producto de la escuela valenciana que marca las coordenadas de los tebeos de línea clara española, es decir, obras estructuradas en torno la revisión irónica de los clásicos tebeos de Aventuras (así con mayúsculas, incluida la ciencia ficción) vestidas con un pulcro e impecable acabado formal heredero de Hergé, Jacobs o Swarte (siguiendo la tendencia que en aquella época marcaba el gran Chaland en Francia). En este caso se trata de una historia tratada como si fuesen las aventuras de un Tintín femenino postmoderno de cachondeo en busca de un fabuloso ídolo sumergido en el Caribe. Una trama donde no falta nada; el apuesto partenaire de la protagonista, el esbirro turco, el millonario árabe, la femme fatale, el marinero entrañable y borrachín... Cualquiera que haya leído "Cementerio de elefantes" de Chaland, "Opium", "Claudio Cueco" y el primer Rocco Vargas de Torres o el genial "Macao" de Mique Beltrán, sabrá de lo que hablo.

Tomando esa sencillísima trama como excusa, Calatayud despliega su hermosísimo grafismo como si fuera un George Grosz de línea clara al que le hubiera dado por hacer tebeos en los ochenta. El dominio de la composición de viñetas y, sobre todo, esos maravillosos colores, es deslumbrante y se impone sobre la historia, convirtiendo el álbum en un precioso objeto más para ser visto (y admirado) que leído. Y eso que hay diálogos bastante aprovechables.

Ah, no hubiera estado de más que por los tres talegos de nada que cuesta el álbum Dibbuks hubiera incluido un artículo sobre el autor y su época, para que el lector pueda situarse ante el álbum con alguna idea del momento y la circunstancia en la que originalmente fue publicado (como será la cosa que ni siquera se menciona que es una reedición). Vamos, lo mínimo que se hace en cualquier otro campo (literatura, música, por ejemplo) cuando se reedita una obra.




Buen tiempo de Joe Matt. La Cúpula.

Joe Matt es mi favorito de todos los historietistas "llorones" digooo, de esliceoflaif norteamericanos. Y precisamente me gusta por eso, porque Matt es un tipo que no se corta un pelo en sacar a la luz las pequeñas miserias de la vida, mostrándose como un tipo rastrero, mezquino y cabronazo en vez de presentarse como un incomprendido outsider de alma sensible. Pero a pesar de como se muestre el Matt personaje en sus tebeos, uno no puede dejar de cogerle simpatía e identificarse en ciertos momentos con él. Y es que bajo toda su desvergüenza Matt es un gran autor y "Peepshow" un tebeo divertidísimo con escenas emotivas muy hábilmente resueltas.

En cierto momento del devenir de "Peepshow", Matt interrumpió narración de su la impresentable rutina vital para ofrecernos este "Buen tiempo", un episodio de su infancia transcurrido en un fin de semana. Evidentemente Matt continúa en su línea de mostrarse a sí mismo de chaval como un crío egoísta, manipulador, chantajista, cobardica y sí, friki de los tebeos de supes (para vergüenza nuestra). Vamos, como un crío cualquiera de la calle pero algo más cabronazo. Así, bajo lo que aparentemente es un sencilla y divertida historia que relata un fin de semana en la vida de Matt, éste nos clava muy sutilmente los devenires más profundos de la infancia, las relaciones con los amigos, la familia y las pequeñas miserias de la infancia; las mentiras, el egoísmo, la crueldad con los demás... Matt es un gran narrador con un absoluto dominio de su ya depurado estilo cartoon y el tebeo se bebe en un pis pas dejando un estupendo sabor de boca. Y por ocho euros de ná.




El año que vimos nevar
de Fermín Solís. Astiberri.

Un tebeo directamente relacionado con el anterior. Este "El año que vimos nevar" sería la continuación de "Los días más largos" donde Fermín nos contaba diversos episodios de su infancia. Aquí continúa en la misma tónica, en ese estilo lejanamente emparentado con el pequeño Nicolás de Sempé y Goscinny pero sin llegar ni mucho menos a la genial obra de los dos franceses. En este caso, Solís nos ofrece sencillas anécdotas de la infancia, sin ninguna trascendencia ni tesis detrás, simplemente es la acumulación de batallitas de una niñez como la tuya o la mía, plagadas de referencias (como seas de la generación post-80 no vas a pillar ni una) narradas con una adecuada falta de pretensiones pero que resultan un pelo cansinas porque no se hilvanan alrededor de un motto reconocible. Y el dibujo de Fermín tampoco ayuda demasiado... En fin, correcto, agradable de leer para un tipo que se quedó atrapado en la infancia como yo, pero poco más.




Cinema Panopticum de Thomas Ott. La Cúpula.

Yo con la Cúpula cada día flipo más. Seguramente todo tiene su explicación pero a mi me tienen cazando moscas... A ver si no como se entiende que lo publicado de Ott en La Cúpula sea una historia serializada en El Víbora, dos cuadernillos cutres de la colección Brut y una historia guionizada por David B. en un especial y ahora, cinco años después, sacan sin comerlo ni beberlo un volumen a superlujo de tirada limitada que no sé muy bien a que viene, porque ni se corresponde a los criterios habituales de la editorial, ni se ha utilizado este formato con otras "estrellas" de la casa (estoy pensado en Burns, la opción más lógica). Estos criterios de publicación a mí es que me tienen perdidísimo...

En fin, este lujoso volumen es una especie de fix-up de historias cortas del autor suizo con su peculiar, atmosférico y efectivo dibujo hiperrealista de tinta blanca sobre fondo negro de texturas rayadas que recuerdan lejanamente a los grabados. Cinco inquietantes historias mudas que coinciden en buscar siempre el giro ingenioso y el punch final, que beben tanto de los tebeos de la EC como del Bradbury más terrorífico, Burns, el surrealismo o Kafka, autor con el que se bromea en la primera historia. Y como ocurre con las historias de terror de la EC quizá pueden provocar en algún lector el conocido síndrome del "pos bueno, pos fale, pos malegro"

El resultado es que, de nuevo el brillante grafismo de Ott se lleva la palma, quedando un precioso libro-objeto, como si fuera una actualización de luxe de la Biblioteca de Terror EC, cuyo mayor defecto es que se se lee en un pispas después de haber soltado diecinueve créditos de nada.




Fats Waller de Igort/Sampayo. Sinsen tido.

En cuanto vi este álbum en la tienda me lancé a por él sin mirar el precio (en toda mi inconsciencia) por dos motivos. Uno, que Fats Waller es uno de los más grandes músicos de jazz de la historia y el otro era Igort (lo siento, pero no me gusta nada Sampayo como guionista, ni Muñoz, ni su Alack Sinner, ni nada. Como me considero un culto, exquisito y fino lector de tebeos, éste es un hándicap que procuro llevar lo mejor que puedo, no me lo reprochen demasiado). Así que esperando una biografía del gran músico me llevé un ligero chasco, "Fats Waller" no es exactamente eso.

Utilizando las canciones de Fats como hilo, Sampayo engarza diversas historias de gente normal sobre el gran fresco de la Europa de presegunda guerra mundial. Un pintor compra un traje a cambio de un retrato, dos gemelos austríacos enamorados de la misma mujer se enrolan en las Brigadas Internacionales de la guerra civil española, un espía italiano es enviado a asesinar a un aristócrata inglés relacionado con los nazis. Y la misma historia de Waller, un genio agobiado por las deudas contraídas con sus matrimonios anteriores, obligado a componer doce canciones al día a cambio de ciento veinte dólares, la tensa relación del arte y el comercio.

El resultado es un álbum irregular y algo disperso en el guión que no acaba de centrarse en un punto donde golpear, en el que de vez en cuando Sampayo nos tiene que ir recordando de qué trata en diversos textos de apoyo (pondría las páginas donde aparecen dichos textos pero este álbum es tan exquisitamente artístico que han prescindido de poner los números de página y, como comprenderán, paso de ir contándolos). Incluso al final Sampayo nos ofrece un breve texto sobre el álbum, quizá inseguro de que el lector no haya captado lo que quería contar. Por otro lado Igort no defrauda, es un dibujante espléndido, elegante y limpísimo, diáfano en la narrativa y la composición, empleando una paleta de colores amarronados, delicada, sutil y preciosa, incluso mejorando su sensacional trabajo anterior, "5, el número perfecto".

Continuará...

08 junio 2005

No Future


Ejem...

Bueno...

Decíamos...

Hace algún tiempo el compañero Llosef tuvo el buen gusto de linkarnos en Estación de nieblas una página de transporte retrofuturista, la elegante Transportation Futuristics donde ustedes podrán encontrar todas aquellas visionarias soluciones para el transporte de masas que, por estar demasiado adelantadas a su tiempo o por incomprensión del resto de humanos todavía demasiado anclados al cerebro reptiliano, no llegaron a buen puerto. Y eso que algunos de ellos harían las delicias del alcalde Gallardón o Florentino Pérez y otros insignes magnates de la construcción. Imagínense sino las obras necesarias para tener esos monorraíles gigantes recorriendo todo Madrid de arriba a abajo. Sólo ciudades a la vanguardia como Springfield, gracias a visionarios como Homer Simpson, tuvieron la valentía de adoptar mi medio de transporte favorito, el monorraíl (que ya no se ven ni en los parques de atracciones).

Madrid 2012

En esta línea de futuro visionario es imprescindible el enlace Tales of the Future Past.

Esta página es una mina. Aquí podremos encontrar desde la casa futura con ese supercool "Bachelor Pad" o pisito de soltero, hasta las pesadillas arquitectónicas a los que puede llegar un arquitecto famoso totalmente pagado de sí mismo y absolutamente alejado de la realidad (seguro que el Ruedo de la M-30 madrileña o las Torres KIO también eran la leche sobre el papel). Fascinante asimismo la vida de Elektro (y Sparko, su mascota), el robot estrella de la Westinghouse y su triste final como electro-star con problemas de adicción y escándalos sexuales. En fin, exploren, exploren, porque tienen para horas y horas de trabajo zascandileando por internete como debe ser en vez de cumplir con sus aburridas y absurdas tareas.

Picadero del futuro

Pero ya más en serio, me fascina el retrofuturismo (una de mis series favoritas de dibujos eran "Los Supersónicos", fue traumático que llegara el año 2000 y no se pareciera en nada a lo que vivía la familia Jetson). Y sobre todo me fascina como soñaban en el pasado lo que iba a ser la vida futura; ordenada, limpia, pulcra, perfecta, todos comiendo pastillitas y excretando en váteres al vacío o algo así. En resumen, una pesadilla generada por empollones en fase anal o con síndrome de Cenicienta. Quizá intuían que el futuro sería un lugar vulgar y ramplón, y acertaron en que era más divertido imaginarlo que vivirlo.

Pero estéticamente son fascinantes, parece que los ingenieros, más que seguir un estricto método científico, encontraban su inspiración de las películas, los pulps y los tebeos a la buena de dios. No sé con cual quedarme, si con "El contínuo de Gernsback" de los años veinte y sus geométricas urbanizaciones fasciofuturistas de rascacielos, autogiros, dirigibles y dictáfonos. O los cincuenta y su sueño motorizado, transitando por autopistas eternas como si circularan por la Arcadia (nadie pensó en el pequeño detalle del petróleo, ni siquiera la cf). Y los sesenta y setenta, con esos hogares futuristas pop, entre la Naranja Mecánica y una de Esteso y Pajares, todo bien regado con Peppermint Frappé. Lástima que la crisis del petróleo y el Vietnam en los setenta diera al traste con todo el alegre optimismo a la hora de imaginar el futuro en la cultura popular. Aunque la estética Blade Runner ya es absolutamente retro como un vídeo de Sigue Sigue Sputnik, ambos desde ya obras maestras del retrofuturismo ochentas. Informática de ocho bits, plexiglás y neones, mmmmm...

Quinientos litros a los cien kilómetros

Lo que me temo es como quedaremos nosotros, hombres de un siglo tan importante en el campo del retrofuturismo como es el XXI, ¿se imaginan ustedes que pensarán en el 2096 de los anuncios de telefonía y cacharrería electrónica que son los que ahora moldean la imagen del futuro en la imaginería popular?. Tal y como lo imaginamos ahora, el porvenir es un cruce entre el Ikea, la zona industrial de Alcobendas, un centro comercial y la sección de imagen y sonido de El Corte Inglés. Qué rollo, ¿no?.

Cinco novelas de 2023