A lo tonto a lo tonto llevamos una semanita posteando en La estación y se encontrará usted intranquilo removiéndose ante el ordenador pensando entre bostezos: "pos van ya un mazo posts y venga con la nostalgia y que si se fue a ver una película con la churri y canciones raras y el tío que no recomienda ni un libro, ni un tebeo, ni una miserable hoja parroquial. ¿Y la cultura, qué?, ¿eh?, ¿eh?, ¿¡EH!?". Tranquilo amigo lector, como bitácora con vocación de servicio nos adelantamos a sus inquietudes intelectuales poniéndole aquí en bandeja el primer tochito literario de la temporada. Así que, sabiendo como se las gasta un servidor cuando se pone y se gusta, añada un par de cojines más a su silla de ordenador favorita, aprovisiónese de comida y bebida y hala, a leer.
Michael Swanwick es uno más de los escritores surgidos en la deslumbrante y fugaz explosión cyberpunk que, una vez superado el acné literario, produjo sus mejores obras. Tras un comienzo titubeante con "En la deriva" y la más afianzada "Vacuum Flowers" (su novela más accesible y plenamente cyber, muy deudora del "Schismatrix" de Sterling), abandonó, como casi todos sus compañeros de chip, las coordenadas habituales del movimiento pero portando consigo el espíritu, la parte punk de la palabreja maldita.
Resultado de una admiración rendida por Gene Wolfe y un atracón de las obras del maestro (en especial "La quinta cabeza de Cerbero") fue su siguiente novela, la extraña y embriagadora "Estaciones de la marea", una tremenda empanada mental que a un servidor le tuvo fascinado durante años. A ver sino donde han visto ustedes en la misma novela un protagonista sin nombre que se tira casi todo el libro puesto de hongos (y encima es el narrador de la historia), instrucciones precisas para la práctica del sexo tántrico, un maletín contestón o un rabioso y esotérico avatar de la Madre Tierra, ansiosa de "arrancar pollas a mordiscos" y encadenada por traicionar a la raza humana. Todo ello en un planeta exótico que parece sacado de una novela ambientada en el decadente Sur estadounidense. Son majaderías como ésta las que me recuerdan porqué me gusta la ciencia ficción.
Tras este logro, Swanwick se tomó un tiempecito para componer su siguente novela. Cuidadoso en la elección de temas y ambientes, procurando evitar la reiteración, la emprendió con el fantasy en "The Iron Dragon´s Daughter", una fantasía de actitud punk; la dragonada para acabar con todas las dragonadas.
El dickensiano arranque es sencillo y extremadamente atractivo. Jane es una muchacha humana de doce años que trabaja en una fábrica de dragones de hierro en regimen de esclavitud junto a otros niños de las diversas razas que pueblan las novelas de fantasía. Dragones que vendrían a ser bombarderos de alta tecnología (tecnología mágica, se entiende) empleados en guerras nebulosas y distantes. En dicha fábrica los capataces son trolls y ogros, los enanos currantes y los altos elfos ocupan los puestos ejecutivos y visten trajes italianos. Y todo ambientado en un mundo fantástico donde la ley física imperante es la magia. Pero que no funciona a capricho o a fuerza de invocaciones, se ha de usar la tecnología como interfaz para manejarla; los manuales y programas informáticos son grimorios y los rituales mágicos siguen su particular lógica y se estudian como cualquier otra ciencia en nuestro mundo
Por supuesto el mayor deseo de Jane es escapar. Y claro, lo consigue con la ayuda de un dragón de hierro en estado de semidesguace que establece con ella una especie de unión tele(m)pática. Así, liberados de la esclavitud del trabajo no asalariado, huyen al prometedor mundo de ahí fuera. Y aquí, de nuevo, Swanwick se la juega. Cuando el lector espera el típico relato iniciático-aventurero en plan epopeya épica, enésima variación del "Héroe de las mil caras" o "El emperador de todas las cosas" (elijan ustedes), te llevas un chasco desconcertante que, sin duda, Swanwick había preparado aposta. No, no, aquí no hay exóticas aventuras para escapar de una realidad fea e injusta. En el mundo de Jane el dragón queda dormido y hay que ir al colegio, soportar las puñaladas de la amistad, el primer amor y el primer polvo, las drogas, el absurdo sistema educativo, la alienación y, en general, lo que supone sufrir la angustia juvenil en éste o cualquier otro mundo.
El resultado es como leer una novela de un primerizo Easton Ellis ("Menos que cero" o "Las leyes de la atracción") pero en clave fantástica. Aquí no hay escapismo de ningún tipo, no hay salida posible a la angustia existencial, no puedes perder, ganar, ni siquiera dejar de jugar. Así, asistimos al duro proceso de aprendizaje y maduración de Jane como persona; el colegio, la universidad, la entrada en el lamentable mundo adulto y la constatación de que las cosas no mejoran según pasan los años. Los reveses de la vida van socavando la autoestima de Jane, aumentando su impulso autodestructivo y su odio hasta que la frustración provocada por la rabia reprimida vuelve a surgir cuando el dragón despierta... Para descubrir demasiado tarde que el nihilismo suicida tampoco tiene sentido cuando uno se enfrenta al auténtico libre albedrío; Dios está muy ocupado y la realidad no se rige por ninguna clase de reglas, salvo las que nos autoimponemos. Reglas que no son más que las justificaciones de nuestros propios errores vitales, errores que no queremos ver o reconocer.
Mediante esta inteligente vuelta de tuerca la novela funciona a dos niveles: en uno se cachondea de las novelas de la alta fantasía más escapista ofreciendo generosas raciones de crudo "fantasismo" sucio despojado de glamour élfico (a destacar los métodos anticonceptivos mágicos), mostrando el poso conservador, reaccionario y clasista de la mayoría de ellas. Y situándose paradójicamente más cerca de los cuentos de hadas de toda la vida que de sus herederas; las descafeínadas n-logías de fantasía que tenemos todos en mente. Es hurgar en las raíces para volver con algo nuevo mediante el clásico método back to the basics punk, pero esta vez en el género fantástico.
Y por otro lado, Swanwick saca a la palestra temas de la vida cotidiana evitados en las novelas de fantasía antes mencionadas. Realidades de las que no podemos huir re-contextualizadas en un entorno de fantasía: las diferencias de clase, la pobreza, el poder del dinero, las oligarquías, el control social mediante drogas, religión, sexo, consumo, tecnología. O cuando todo lo anterior falla, la siempre sencilla y eficaz fuerza policial.
En fin, un arriesgado y raro novelón que frustra continuamente las expectativas del lector menos paciente pero que, a mí, para variar, me ha encantado. Estupendamente escrito, se lee en un pispas una vez superado el desconcierto inicial, demostrando que la fantasía más convencional da para muchísimo más que entrenimiento escapista y fugaz si se arriesga uno a navegar por ella sin el piloto automático puesto. Eso sí, negro, muy negro. Y muy poco comercial, por lo que temo no se verá en España a no ser que uno de nuestros intrépidos editores se anime...
Michael Swanwick es uno más de los escritores surgidos en la deslumbrante y fugaz explosión cyberpunk que, una vez superado el acné literario, produjo sus mejores obras. Tras un comienzo titubeante con "En la deriva" y la más afianzada "Vacuum Flowers" (su novela más accesible y plenamente cyber, muy deudora del "Schismatrix" de Sterling), abandonó, como casi todos sus compañeros de chip, las coordenadas habituales del movimiento pero portando consigo el espíritu, la parte punk de la palabreja maldita.
Resultado de una admiración rendida por Gene Wolfe y un atracón de las obras del maestro (en especial "La quinta cabeza de Cerbero") fue su siguiente novela, la extraña y embriagadora "Estaciones de la marea", una tremenda empanada mental que a un servidor le tuvo fascinado durante años. A ver sino donde han visto ustedes en la misma novela un protagonista sin nombre que se tira casi todo el libro puesto de hongos (y encima es el narrador de la historia), instrucciones precisas para la práctica del sexo tántrico, un maletín contestón o un rabioso y esotérico avatar de la Madre Tierra, ansiosa de "arrancar pollas a mordiscos" y encadenada por traicionar a la raza humana. Todo ello en un planeta exótico que parece sacado de una novela ambientada en el decadente Sur estadounidense. Son majaderías como ésta las que me recuerdan porqué me gusta la ciencia ficción.
Tras este logro, Swanwick se tomó un tiempecito para componer su siguente novela. Cuidadoso en la elección de temas y ambientes, procurando evitar la reiteración, la emprendió con el fantasy en "The Iron Dragon´s Daughter", una fantasía de actitud punk; la dragonada para acabar con todas las dragonadas.
El dickensiano arranque es sencillo y extremadamente atractivo. Jane es una muchacha humana de doce años que trabaja en una fábrica de dragones de hierro en regimen de esclavitud junto a otros niños de las diversas razas que pueblan las novelas de fantasía. Dragones que vendrían a ser bombarderos de alta tecnología (tecnología mágica, se entiende) empleados en guerras nebulosas y distantes. En dicha fábrica los capataces son trolls y ogros, los enanos currantes y los altos elfos ocupan los puestos ejecutivos y visten trajes italianos. Y todo ambientado en un mundo fantástico donde la ley física imperante es la magia. Pero que no funciona a capricho o a fuerza de invocaciones, se ha de usar la tecnología como interfaz para manejarla; los manuales y programas informáticos son grimorios y los rituales mágicos siguen su particular lógica y se estudian como cualquier otra ciencia en nuestro mundo
Por supuesto el mayor deseo de Jane es escapar. Y claro, lo consigue con la ayuda de un dragón de hierro en estado de semidesguace que establece con ella una especie de unión tele(m)pática. Así, liberados de la esclavitud del trabajo no asalariado, huyen al prometedor mundo de ahí fuera. Y aquí, de nuevo, Swanwick se la juega. Cuando el lector espera el típico relato iniciático-aventurero en plan epopeya épica, enésima variación del "Héroe de las mil caras" o "El emperador de todas las cosas" (elijan ustedes), te llevas un chasco desconcertante que, sin duda, Swanwick había preparado aposta. No, no, aquí no hay exóticas aventuras para escapar de una realidad fea e injusta. En el mundo de Jane el dragón queda dormido y hay que ir al colegio, soportar las puñaladas de la amistad, el primer amor y el primer polvo, las drogas, el absurdo sistema educativo, la alienación y, en general, lo que supone sufrir la angustia juvenil en éste o cualquier otro mundo.
El resultado es como leer una novela de un primerizo Easton Ellis ("Menos que cero" o "Las leyes de la atracción") pero en clave fantástica. Aquí no hay escapismo de ningún tipo, no hay salida posible a la angustia existencial, no puedes perder, ganar, ni siquiera dejar de jugar. Así, asistimos al duro proceso de aprendizaje y maduración de Jane como persona; el colegio, la universidad, la entrada en el lamentable mundo adulto y la constatación de que las cosas no mejoran según pasan los años. Los reveses de la vida van socavando la autoestima de Jane, aumentando su impulso autodestructivo y su odio hasta que la frustración provocada por la rabia reprimida vuelve a surgir cuando el dragón despierta... Para descubrir demasiado tarde que el nihilismo suicida tampoco tiene sentido cuando uno se enfrenta al auténtico libre albedrío; Dios está muy ocupado y la realidad no se rige por ninguna clase de reglas, salvo las que nos autoimponemos. Reglas que no son más que las justificaciones de nuestros propios errores vitales, errores que no queremos ver o reconocer.
Mediante esta inteligente vuelta de tuerca la novela funciona a dos niveles: en uno se cachondea de las novelas de la alta fantasía más escapista ofreciendo generosas raciones de crudo "fantasismo" sucio despojado de glamour élfico (a destacar los métodos anticonceptivos mágicos), mostrando el poso conservador, reaccionario y clasista de la mayoría de ellas. Y situándose paradójicamente más cerca de los cuentos de hadas de toda la vida que de sus herederas; las descafeínadas n-logías de fantasía que tenemos todos en mente. Es hurgar en las raíces para volver con algo nuevo mediante el clásico método back to the basics punk, pero esta vez en el género fantástico.
Y por otro lado, Swanwick saca a la palestra temas de la vida cotidiana evitados en las novelas de fantasía antes mencionadas. Realidades de las que no podemos huir re-contextualizadas en un entorno de fantasía: las diferencias de clase, la pobreza, el poder del dinero, las oligarquías, el control social mediante drogas, religión, sexo, consumo, tecnología. O cuando todo lo anterior falla, la siempre sencilla y eficaz fuerza policial.
En fin, un arriesgado y raro novelón que frustra continuamente las expectativas del lector menos paciente pero que, a mí, para variar, me ha encantado. Estupendamente escrito, se lee en un pispas una vez superado el desconcierto inicial, demostrando que la fantasía más convencional da para muchísimo más que entrenimiento escapista y fugaz si se arriesga uno a navegar por ella sin el piloto automático puesto. Eso sí, negro, muy negro. Y muy poco comercial, por lo que temo no se verá en España a no ser que uno de nuestros intrépidos editores se anime...
6 comentarios:
Ya iba siendo hora que dejases de lado las pajas mentales y empezases a ejercer como servicio 'impúdico'
Joe, no me extraña que no la hayan publicado por aquí. Siendo fantasía y viendo el giro que pega la novela, conociendo al lector medio de fantasía heroica, el boca a boca hubiese sido demoledor . Además 'Las estaciones de la marea' no tiene precisamente una legión de seguidores. Y es una pena, porque es uno de esos extraños libros que aunque no sepas muy bien de lo que va (a mi me ocurrió la primera vez que lo leí) te deja fascinado.
A ver si le ponemos una o dos velas a San Alejo para que se acuerde de este autor y nos publique alguna obra más. Porque como tengamos que esperar a que la nueva Minotauro le de una oportunidad nos puede creer el pelo en la lengua.
Va a ver siendo hora de que me acerque a este autor con cosas mas largas. En fin, pongo en mi cola de compra esta novela (por segunda vez)
Un saludo, solo decir que tu blog me ha gustado, si se�or. Ah... Y no he podido conseguir Horizontes Lejanos de Valenzuela. Por lo visto esta agotadisimo... Ntsch.
Seguire visitando la estacion con mas frecuencia.
Hombre, en Bibliopolis se podrían animar, esta novela no es 'peor' que John Harrison, jejeje, (debo ser de los cuatro o cinco que les gustó 'Luz') . Aunque al lector medio de fantasía heróica no le guste yo creo que ahí un público ahí fuera del ghetto que podría interesarse si se promociona bien..., no sé, como ha pasado con 'Excesión' de Banks que no está gustando mucho por los riesgos que toma, pero que a otro tipo de público le puede interesar.
Yo de Minotauro ya no espero nada demasiado bueno, sinceramente, aunque espero equivocarme.
Xoota, encantado de verte por aquí. Joer, ¿Valenzuela ya está agotado?, buf. Insiste de todas maneras cuando vuelvas a España, si quieres alguna dirección de tiendas de Madrid ya sabes donde me tienes. Gracias por tu comentario, y tu blog a mi lista de favoritos ya mismo.
No si ando ahora por Espa�a (volvi el miercoles)... El caso es que por lo visto se ha agotado el numero 1 en la distribuidora (lo pedi en navidades). Pase por las tiendas de Luna, y tampoco tuve suerte... Lo que no hice fue pasarme por el Espacio Sinsentido (falta de tiempo). Pero vamos, volvere a pasarme por Madrid en breve. Si lo ves por alguna tienda, avisa, que con esto de que ya se haya agotado, aun me han entrado mas ganas.
Nota: No sé si esto lo leerá alguien, pero Bibliópolis se ha acordado del libro (quién sabe si animado por tu comentario XD). Está en la rampa de lanzamiento de sus próximos títulos. Echando cuentas, es posible que esté para justo dentro de un año. Yo ya lo tengo anotado.
Publicar un comentario