Un café con leche y un croissant. De ida y vuelta.
Ése es el título del musical trágicorromántico castizo dirigido por Nacho Vigalondo y candidato al Óscar de este año en el apartado de cortometrajes. A mí me ha encantado, todos los tímidos que en el mundo somos nos identificamos con su protagonista. A ver quien no se ha sentido como una bolsa de confetti estallando cuando, tras haberte tirado días y días ensayando mentalmente, eres incapaz de decirle nada a ella. Además que el fascinante mundo de las cafeterías madrileñas me pierde. Pueden verla en la página de su director, Nacho Vigalondo, aquí. Una página que, por lo demás, está requetebien (atención a la coña sobre "Uzumaki").
Y esto me ha recordado que mañana a las 7.35 paso por la cafetería Narcea, camino del autobús de la empresa. Siempre me dan unas ganas terribles de entrar a desayunar y compartir ojeras con los currantes que allí paran. Y sobre todo, lo que me gustaría es que el tiempo se parase en el rato que dura esa ración de cuatro churros mientras al amanecer brilla Venus como un lunar sobre los labios de la calle Cartagena.
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