29 julio 2005

Pattern Recognition: el futuro obsoleto



Hubo un tiempo en el que, cuando veía una nueva novela de William Gibson en la librería, sabía que debería posponer todos mis planes para esa tarde. Cosa que me ocurrió desde el mismo momento en el que leí "Neuromante" una tarde de domingo, después de adquirirla cegado por la crítica y posterior entrevista que Jacinto Antón le realizo al ídolo en El País (por cierto, que grande Jacinto Antón, no sólo me descubrió a Gibson sino también a Gene Wolfe y otros. Por no hablar de sus maravillosos artículos sobre arqueología o viajes decimonónicos).

El caso es que cuando cerré la novela, fue como si me arrancaran de un mundo que realmente existía, las neuronas felizmente intoxicadas por esa prosa de alta densidad poética en la que la acumulación de detalles te sumergía en un mundo naufragado donde la naturaleza había sido sustituida por una tecnología que, en las manos de Gibson, se convertía en algo mágico y misterioso. Luego vinieron las secuelas, perfeccionamiento y pulido de los conceptos manejados en "Neuromante"; "Conde Cero", leída de un tirón una noche de Navidad. Y "Quemando cromo" y "Mona Lisa Acelerada", que adquirí yendo con la idea de comprar una entrada para no recuerdo ya que concierto. En fin, después de esta confesión se estarán explicando ustedes muchas cosas...

Pero toda historia de amor entre un lector y su autor favorito tiene un final. Y este final se estampó contra mi cara con la desastrosa "Luz virtual". La supernova deslumbrante de cromoblablabla que supuso la trilogía del Sprawl había degenerado hasta convertirse en la ratonera sintonía de un programa televisivo de tercera como muy bien escribía Albert Solé en su crítica de la novela para Gigamesh. Rutinaria, vulgar, plana, aburrida a pesar de los fallidos toques de humor, no podía creer que aquel fuera Gibson, mi Gibson, el Gibson de "Neuromante" o "Conde Cero". Más tarde aparecieron "Idoru" y "Todas las fiestas del mañana" que redondeaban la maltrecha trilogía del Puente. Aunque mejoraban con respecto a "Luz virtual" (sobre todo "Todas las fiestas..." formalmente una de las mejores novelas de ciencia ficción de los noventa), Gibson había perdido mucho encanto, los argumentos eran ya demasiado repetitivos, irrelevantes y mal rematados. Y sobre todo se había perdido la energía punk, la melancolía por un futuro devastado, la magia que galvanizaba la trilogía del Sprawl.

Llegué a la conclusión de que se acabó Gibson para mí. Pero como uno ya está mayor para numeritos de "matar al padre", me lo tomé como la consecuencia lógica de la amplia fama mediática de Gibson; los devaneos con Hollywood y sus guiones espléndidamente pagados pero nunca rodados, el star system pop (vampirizado por U2 o Bowie por ejemplo) y un amplio reconocimiento como gurú y miembro del "quién es quien" de una nueva cultura "ciber" (un abanico que iba desde la revista "Wired" hasta Chris Cunningham) habían perjudicado su capacidad creativa. Hasta cierto punto es lógico y normal, una persona feliz, reconocida, rica y famosa no puede escribir "Neuromante".

Así que cuando supe de la edición de "Pattern Recognition" (reconocimiento de pautas, retitulado en la edición española como "Mundo espejo") no me apresuré en absoluto a comprarla. Simplemente, pasado un tiempo me lo pillé por curiosidad, como si fuera el disco de reunión de un grupo que te ha apasionado en la adolescencia, para ver si, perdida ya la emoción de antaño, al menos conservan la dignidad. Y sí, Gibson, aunque no volverá a ser el de antes, al menos mantiene el tipo y sabe perfectamente donde está y hacia donde se dirige.

En fin, pasemos por el trámite de contarles el argumento. Cayce Pollard, una trabajadora freelance (autónoma, vamos) que reacciona a las marcas comerciales de éxito con brutales ataques de ansiedad, trabaja reconociendo las pautas de las modas con viabilidad comercial para ponerlas en manos de las compañias que sacarán el oportuno beneficio económico. A la vez, se ocupa de valorar si los logos e imágenes corporativas funcionarán en la psique del público tras pasar por su delicado sensorio, como si se tratase de un papel tornasolado infalible para el éxito mediático. Pero además Cayce es fanática del Metraje, una serie de cortes cinematográficos de una pelicula de autor desconocido que alguien cuelga en la red. Dicho metraje ha generado un culto de aficionados en internet que, por supuesto, discuten en un foro las posibilidades de la película. Y entonces, durante una estancia de trabajo en Londres, contratada por la empresa de marketing Blue Ant y después de una serie de inquietantes casualidades, Hubertus Bigend, el dueño de Blue Ant, le encarga a Cayce que encuentre al creador de dicho Metraje, interesado en las posibilidades que le ofrece al mundo del marketing esa nueva manera de distribuir y publicitar una película.

Lo primero que hay que matizar es que Gibson ha dejado de escribir ciencia ficción. La acción transcurre en el presente de 2002. Pero aún así, durante el primer tercio de la novela uno no deja de percibir cierta sensación de extrañeza ante un panorama de nuevas (y casi absurdas) profesiones surgidas al calor de las nuevas tecnologías, la omnipresencia global de las marcas comerciales y las franquicias, las subculturas obsesionadas con los más absurdos artefactos y aficiones que encuentran en la red, aglutinante global de información, el lugar ideal donde prosperar. Por no hablar de los terremotos geopolíticos y la desagradable sensación del presente como un lago de arenas movedizas en el que, en cualquier momento, podemos desaparecer sin dejar rastro. Y aquí está uno de los temas fundamentales de la novela, quizá la clave que impulsó a Gibson a abandonar la cf en su sentido más clásico y a buscar una nueva ciencia ficción para el siglo XXI. Como explica el propio Hubertus Bigend en la novela;

"Por supuesto, -dice-, ahora no tenemos ni idea de quiénes o qué podrían ser los habitantes de nuestro futuro. No en el sentido en que nuestros abuelos tenían futuro, o creían tenerlo. Imaginar un futuro completo es cosa de otro tiempo, un tiempo en el que el "ahora" tenía una duración mayor. Para nosotros, por supuesto, las cosas pueden cambiar tan bruscamente, tan violentamente, tan profundamente, que futuros como los de nuestros abuelos, tienen un "ahora" que no basta como base. No tenemos futuro porque nuestro presente es demasiado inestable (...). Sólo tenemos la administración del riesgo. Los cambios de escenario de cada momento. El reconocimiento de pautas."

Para cualquier lector no familiarizado con la ciencia ficción, este sería un acertado charlón sobre la situación vital del habitante de principios del nuevo milenio, un lugar de cambio constante, volátil, donde no hay certeza donde asirse para sentirse seguro. Pero para los aficionados es también una importante declaración sobre el género. Está claro, para Gibson, ya no tiene objeto especular con un futuro más o menos plausible si es muy probable que cuando queramos mirar ya nos hayan retirado el presente, como si de una alfombra se tratase, de debajo de nuestros pies (con el talegazo consiguiente).

Es el culmen de un progreso iniciado en "Neuromante" y la trilogía del Sprawl, novelas enfocadas en el concepto de "cambio". En ellas, un hecho importante, la unión de dos IAs, transformaba el ciberespacio, es decir, el mundo, en algo totalmente distinto a lo conocido hasta entonces. En "Pattern Recognition" el cambio ya es un hecho continuo, diario, impredecible, que ha convertido el presente en un lugar caótico. Donde sólo nos queda el reconocimiento de pautas que pongan orden en ese sindiós. Así, la ciencia ficción sufre un cambio sustancial; ya no extrapolamos un futuro desde un presente, sino que se observa el presente desde el extrañamiento para entenderlo mejor.

Este reconocimiento de pautas es constante en la obra incluso a nivel formal. Es la primera novela, después de "Neuromante", en la que se utiliza un único punto de vista. Gibson se molesta en diversas ocasiones en aclararnos que Cayce se pronuncia "Caise", al igual que Case, el antihéroe de Neuromante. Incluso en un momento de la novela, Bigend piensa que Cayce se escribe como "Case". Por otra parte, la trama es calcada a una de las líneas argumentales de "Conde Cero" donde Marly Kruskhova era contratada por el magnate Virek para encontrar a un artista que había puesto en circulación cajas de Cornell apócrifas. Pero en este caso Cayce, a diferencia de Marly sufre un cambio personal en su aventura y reconoce una pauta importantísima y fundamental a la que asirse; la del sufrimiento humano que une al autor del metraje con Cayce y millones de seres humanos en su misma situación.

Después de todo este rollazo incomprensible, incluso gratuito, y si no se ha pirado usted a otro blog más entretenido, por no decir más breve, estará preguntándose, ¿bueno y la novela está bien o es un coñazo o qué?.

Pues como decirlo..., está bien con reparos. La intriga, en el estilo clásico gibsoniano (novela de espías global con múltiples cambios de escenario al estilo de Le Carré) es entretenida y se sigue con agrado e interés. Las ideas vertidas, como hemos visto antes, son de calado, la inventiva de Gibson, la intensidad y agudeza de su mirada y el ritmo de su prosa te guía a través de cuestiones claves de la cultura contemporánea en la que estás inmerso como si fuera un tren atravesando ciudades inmensas, abarrotadas de información. Uno se ve reflejado en un mundo de foros, correos electrónicos, información al instante, lugares distantes al alcance de meras horas, subculturas otakus, artistas locos... La resolución del misterio del Metraje es satisfactoria y emotiva, al contrario de lo que venía ocurriendo en los absurdos finales anticlimáticos de la trilogía del Puente. Y uno de los fuertes de Gibson, su amplio y agudo conocimiento de la cultura popular es tan acertado como siempre (por fin alguien le da su merecido a la horrorosa ropa de Tommy Hilfiger o Ralph Laurent. Y un fanático del Spectrum como yo no puede sino sonreírse ante esos entrañables Sinclair ZX81 que aparecen).

Sin embargo la clásica técnica termita de Gibson, consistente en ocuparse de los detalles en vez de buscar una visión de conjunto con el objeto de lograr esa sensación de inmersión y a la vez de extrañeza de ese mundo que está ahí pero que no nos paramos a contemplar, puede llegar a ser cansina. Seguir a Cayce en un continuo deambular por países, aeropuertos, tiendas, restaurantes, cafeterías, franquicias, calles, hoteles, haciendo cosas como comprarse sandwiches o cortarse el pelo no sería de extrañar que crispase a muchos lectores. La misma Cayce no es un personaje demasiado interesante, ni con demasiado carisma, repitiendo jugada con aquel Case (case, casey = caja, estuche, entre otras acepciones), un personaje baúl, casi vacío como si fuera la pieza ausente en el rompecabezas de la novela, el hueco en un mundo que les resulta ajeno. Por eso mismo los intentos de darle profundidad, como el recuerdo de ese padre muerto en el 11/S, que revolotea insistentemente por la novela no acaban de cuajar. El resto de personajes resultan igualmente faltos de carisma, de cierta locura que los hiciera más interesantes, al contrario de lo que ocurría con los personajes de la trilogía del Sprawl, que quizá parecían sacados de un pulp barato pero resultaban más divertidos. Paradójicamente el personaje más interesante es el autor del Metraje que no aparece en ningún momento. Por otro lado el estilo continúa abundando en una alta densidad de información típica de este estilo termita, pero ahora despojado de la lírica de sus primeras novelas, consciente Gibson de que ya es innecesaria. Ahora es el estilo de un concienzudo observador, eficaz y preciso, lejos ya de aquel estilo mágico que condensaba el misterio y la melancolía de un futuro devastado.

Así, liberada de todo ropaje nostálgico por un futuro que ya no existe, el aunténtico poder de la ciencia ficción queda al desnudo; una útil herramienta para analizar el presente, la realidad que nos rodea y, por supuesto, en que situación queda la condición humana enmedio de todo este mogollón. Que esta declaración de intenciones la haga Gibson escribiendo una novela de "literatura general", fuera de las colecciones de la ciencia ficción, debería hacernos pensar sobre cuál sería el futuro más deseable para el género.

7 comentarios:

Andrés dijo...

Curiosa reseña. Soy de esas personas que nunca han leido a Gibson. De hecho, no he leido a la mayoria de los autores que estan en boca de todos... No se por que.

En fin, supongo que algun dia me acercare a Neuromante, a Conde Cero y viceversa...

En cuanto a Gibson sin escribir cyberpunk o ci-fi... Pues realmente me parece bien. Estuve a punto de comprar esta novela, por el hecho de que no era "otra novela cyberpunk mas de Gibson", sino Gibson escribiendo otra cosa... No muy alejado de lo que es Gibson, pero otra cosa al fin y al cabo. Y si eso tambien le sirve para diseccionar la sociedad en la que vivimos... Pues ole por el.

Me ha quedado un comentario algo cafre. Pero no me apetece reescribirlo :D. Lastima que Alemania este en el mismo huso horario que España. Podria haberle echado la culpa al Jet Lag.

En fin, saludos desde Talavera de la Reina!

fonz dijo...

A mí me gusta el cafrerío...

Pues nada, a ver cuando te animas con Gibson pero el del Sprawl, el que más mola. Apúntate en la famosa lista que te dimos el "Burning Chrome", la recopilación de relatos. En inglés mejor, ya que todo el mundo dice que las traducciones de Gibson son muy malas. Yo de eso no opino, que de traducir ni puñetera idea.

Andrés dijo...

Antes va el Scismatrix Plus este tan bonito que me pillé el último día.
A ver si actualizo la sidebar con mi the pila y todo eso...

Entonces Burning Chrome y luego por lo demás?

A ver si escribes la guía para el neófito cyberpunkiense o algo así de una vez... Con todos esos nombres que tú muy bien te sabes todos juntillos...

Bueno, voy a acabarme el Jurgen de Cabell, que si lo dejo no lo acabo. Un saludete!

fonz dijo...

No te digo ná, porque "Schismatrix", está muy bien y es la única novela de Sterling que se puede recomendar sin peros (aunque soy la única persona en la tierra a la que le gustó "Islas en la red", pero porque me la tomo a cachondeo suponiendo que está escrita desde la ironía...). Haces bien en pillarte la edición inglesa con los cuentos ambientados en el universo shaper/mechanicist, que son tan o más güenos que la novela.

De Gibson primero "Burning Chrome" y aluego "Neuromancer", "Count Zero" y "Mona Lisa Overdrive". Y puedes parar ahí, pero seguro que no lo harás...

Vale, dame tres o cuatro posts y hago un "cyberpunk guía de lectura". Pero advierto que de Effinger no he leído nada entre otros..., espero que no quede muy coja.

Nacho dijo...

Plas plas plas plas. Yo de mayor quiero escribir comentarios sobre las novelas que leo como éste. Sencillamente soberbio.

Con Gibson tengo el problema de que después de "Neuromante" tanto "Conde cero" como "Mona Lisa acelerada" (sorry; yo me he leído las ediciones de Minotauro) me supieron a poco. A pesar de que se nota la mejoría no me ofrecieron "mucho" más. Cosa que sí que hacen los cuentos que le recomiendas a Xoota, que son la mejor colección de un mismo autor de ciencia ficción que se ha traducido en los últimos 20 años (justo hasta "La historia de tu vida"). En cada uno de ellos se palpa esa idea del cambio de la que hablas. Pero hay muchas más aspectos que en su momento no vi en las tres novelas, aunque quizás sí estaban (me pillaron un poco joven). Como el tremendo poder evocador que podía desplegar (el estremecedor "Continuo Gernsback) o su potencial a la hora de describir lo extraño (su colaboración con John Shirley)

Y ahí me quedé. Quizás vaya siendo hora de volver a sus brazos y descubrirlo de nuevo, esta vez al 100%.

Oscar dijo...

Genial tu reseña sobre Gibson. Ahora mismo la enlazo con mu blog a ver si alguien más se la lee. (http://geometriacanibal.blogspot.com/)

fonz dijo...

Nacho,

Hala, sageraooooo..., jejeje. Muchas gracias.

Bueno, el problema que tienen "Conde Cero " y "Mona Lisa..." es que desarrollan en el mismo argumento que "Neuromante"; el mundo que habitamos (el ciberespacio) no es lo que creíamos que era. Primero por la disgregación de Neuromante/Wintermute al encontrarse con el ente de Alpha Centauri que mencionan al final de Neuromante y luego el encuentro con dicho ente de Alpha Centauri. Este rollo del cambio se subraya por el hecho de que los personajes centrales de las secuelas, tanto Bobby en "Conde Cero" como Kumiko en "Mona Lisa..." son los típicos personajes iniciáticos que sufren esa misma epifanía; descubren que la realidad, o su realidad no es la que creían y, por tanto, cambian y crecen.

Lo que ocurre es que a Gibson los argumentos le salen todos muy parecidos y al que sostenga que se plagia a sí mismo o que los tres libros cuentan la misma historia me va a ser difícil convencerle de lo contrario. Quizá es que, en este caso, me gana más la forma que la substancia. De todas maneras a mí me gustan mucho ambos también y en especial "Conde Cero" es mi favorito del Sprawl sobre todo en el aspecto formal; ese comienzo romántico tan triste, ese París, esa vida suburbial de Bobby, ese vudú, ese desierto..., es como una caja de Cornell; lo recuerdo como uno de los libros más melancólicos y bonitos que he leído, quizá es que me llegó mucho porque me pilló en un momento flojo y ya está. :)

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